Para las respectivas Consejerías, parece que el único problema palpable son las protestas de los profesionales médicos, y no los porqués de éstas. En lo que a sanidad se refiere, si nos comparamos con vecinos europeos, el gasto que dedica el estado a cada habitante es la mitad que en Francia, Alemania o Reino Unido. Por el momento, el sistema sobrevive gracias al esfuerzo diario de cada uno de los médicos de nuestro país, que asumen con profesionalidad absoluta el inevitable colapso al que se dirige.
La población española envejece a pasos agigantados, y el modelo sanitario sigue estancado y por tanto cada vez está más desfasado, incapaz de atender a la evolución de las necesidades.
Debemos observar el asunto de raíz, valorar todas las problemáticas desde todos los prismas posibles (médicos, pacientes, instituciones públicas, privadas, etc.), y empezar a plantear soluciones coherentes que aseguren la supervivencia del sistema para todos. Si se puede, se quiere. ¿Qué pasa cuando los que pueden, no quieren? Por mucho que nosotros propongamos desde las calles, son los políticos los que deben tomar decisiones desde los despachos. Nos guste o no, la sostenibilidad del SNS está en sus manos.