Otra vez, por enésimo año consecutivo, los titulares en los medios especializados en información sanitaria hablan sin parar de la pérdida de camas en las urgencias de los hospitales públicos en la etapa estival. Las vacaciones de nuestros facultativos, unidas a la patente escasez de personal en numerosos centros de nuestra geografía, provoca que los pacientes vean mermada, una vez más, la atención sanitaria durante el verano.
A tenor de los titulares y las quejas de los pacientes pareciera que las vacaciones de nuestros médicos siempre pillan por sorpresa a sus responsables. ¿No son, los días de descanso, un derecho irrenunciable de todo trabajador? ¿Por qué, entonces, nadie prevé ningún verano que las múltiples ausencias deberían de ser cubiertas con celeridad? Pensando en otros sectores laborales, cuesta pensar alguno en el que las bajas de los profesionales se conviertan en un problema que cope los titulares de los medios. ¿Han escuchado hablar, acaso, de las vacaciones no cubiertas del personal de la Administración? ¿Y del descanso estival de bomberos o policías?
Que nuestros médicos están saturados no es ninguna sorpresa. Los profesionales de Atención Primaria reciben cada día a decenas de pacientes a los que, con suerte, pueden dedicar cinco minutos de su tiempo. El exceso de trabajo y el escaso sueldo ha llevado a muchos doctores a abandonar España debido a las malas condiciones. Para colmo, aquellos que siguen al pie del cañón y frustrados por no dedicar a los enfermos el tiempo que les gustaría tienen que soportar que, cuando se van de vacaciones, las urgencias se vean saturadas y los pacientes mal atendidos. ¿Es esto justo?
Tenemos un problema grave si miramos para otro lado en este asunto. Los responsables políticos apenas dedican tiempo e inversión al estado de nuestra Sanidad, y el resultado es un conjunto de profesionales hastiados de su situación y unos centros saturados y sin personal para satisfacer las necesidades del ciudadano.
Es preciso reclamar al Estado mayor inversión, pues solo a través de fondos podrá incrementarse la plantilla de médicos en el conjunto de hospitales españoles. Si el dinero no llega, al menos, nuestros responsables deberían fomentar aquellos sistemas que doten de mayor calidad a nuestra sanidad para que ésta no se quede a la cola. Los modelos de colaboración público-privada han demostrado, de momento, ser una de las alternativas a la falta de inversión por parte del Ejecutivo. Maquinaria, mejores instalaciones, mayor número de médicos para reducir las listas de espera… Poco dinero y demasiados deberes para que nuestra sanidad siga siendo puntera. No nos olvidemos, además, del envejecimiento de la población y la cronicidad de las enfermedades, que reclaman una sanidad preparada para hacer frente cada vez a un número de pacientes mayor y con necesidades muy dispares. ¿Estaremos listos?
La falta de inversión no solo se traduce en el cierre de 30 camas en un hospital situado en algún punto de España. Sin fondos suficientes, si preocupación por parte de nuestros responsables políticos, el sistema sanitario comenzará a perder posiciones y será incapaz de atender las necesidades del ciudadano. Este verano -ya está ocurriendo de hecho- volveremos a leer decenas de noticias sobre escasez de médicos en hospitales y centros de atención primaria. Más allá de los titulares, pensemos en el paciente, pensemos en nosotros. No merecemos ese trato.