martes, 25 de junio de 2019

Escasez de personal en los hospitales españoles


Otra vez, por enésimo año consecutivo, los titulares en los medios especializados en información sanitaria hablan sin parar de la pérdida de camas en las urgencias de los hospitales públicos en la etapa estival. Las vacaciones de nuestros facultativos, unidas a la patente escasez de personal en numerosos centros de nuestra geografía, provoca que los pacientes vean mermada, una vez más, la atención sanitaria durante el verano. 

A tenor de los titulares y las quejas de los pacientes pareciera que las vacaciones de nuestros médicos siempre pillan por sorpresa a sus responsables. ¿No son, los días de descanso, un derecho irrenunciable de todo trabajador? ¿Por qué, entonces, nadie prevé ningún verano que las múltiples ausencias deberían de ser cubiertas con celeridad? Pensando en otros sectores laborales, cuesta pensar alguno en el que las bajas de los profesionales se conviertan en un problema que cope los titulares de los medios. ¿Han escuchado hablar, acaso, de las vacaciones no cubiertas del personal de la Administración? ¿Y del descanso estival de bomberos o policías? 

Que nuestros médicos están saturados no es ninguna sorpresa. Los profesionales de Atención Primaria reciben cada día a decenas de pacientes a los que, con suerte, pueden dedicar cinco minutos de su tiempo. El exceso de trabajo y el escaso sueldo ha llevado a muchos doctores a abandonar España debido a las malas condiciones. Para colmo, aquellos que siguen al pie del cañón y frustrados por no dedicar a los enfermos el tiempo que les gustaría tienen que soportar que, cuando se van de vacaciones, las urgencias se vean saturadas y los pacientes mal atendidos. ¿Es esto justo?


Tenemos un problema grave si miramos para otro lado en este asunto. Los responsables políticos apenas dedican tiempo e inversión al estado de nuestra Sanidad, y el resultado es un conjunto de profesionales hastiados de su situación y unos centros saturados y sin personal para satisfacer las necesidades del ciudadano. 

Es preciso reclamar al Estado mayor inversión, pues solo a través de fondos podrá incrementarse la plantilla de médicos en el conjunto de hospitales españoles. Si el dinero no llega, al menos, nuestros responsables deberían fomentar aquellos sistemas que doten de mayor calidad a nuestra sanidad para que ésta no se quede a la cola. Los modelos de colaboración público-privada han demostrado, de momento, ser una de las alternativas a la falta de inversión por parte del Ejecutivo. Maquinaria, mejores instalaciones, mayor número de médicos para reducir las listas de espera… Poco dinero y demasiados deberes para que nuestra sanidad siga siendo puntera. No nos olvidemos, además, del envejecimiento de la población y la cronicidad de las enfermedades, que reclaman una sanidad preparada para hacer frente cada vez a un número de pacientes mayor y con necesidades muy dispares. ¿Estaremos listos?

La falta de inversión no solo se traduce en el cierre de 30 camas en un hospital situado en algún punto de España. Sin fondos suficientes, si preocupación por parte de nuestros responsables políticos, el sistema sanitario comenzará a perder posiciones y será incapaz de atender las necesidades del ciudadano. Este verano -ya está ocurriendo de hecho- volveremos a leer decenas de noticias sobre escasez de médicos en hospitales y centros de atención primaria. Más allá de los titulares, pensemos en el paciente, pensemos en nosotros. No merecemos ese trato.

lunes, 10 de junio de 2019

Colaboración en Sanidad para abordar el futuro


Venimos leyendo en las últimas semanas multitud de informaciones sobre el descontento generalizado entre pacientes y profesionales debido a los continuos colapsos en las consultas de atención primaria así como en servicios de urgencias. De manera tristemente habitual, los médicos se concentran para reclamar mejoras y reivindicar un derecho tan preciado como inexistente: tiempo para los enfermos. Tal y como denuncian varios profesionales, la jornada laboral en consultas de atención primaria exige que la dedicación para sus pacientes sea de apenas cinco minutos, algo, a todas luces, insuficiente a la hora de proporcionar un trato adecuado y humano a quien lo solicita.

Todo esto, ligado al envejecimiento de la población y la necesidad de inversión de cara a la cronicidad de las enfermedades, un problema acuciante y al que no se le está prestando plena atención, hace que el paciente se pregunte si, en realidad, nuestro sistema está preparado para aguantar el paso del tiempo. Si los médicos ya están saturados, ¿cómo estarán cuando la media de edad de sus pacientes se haya incrementado y requieran atención mayor? Está claro que solo hay una vía posible para que el SNS sobreviva al futuro: la inversión en profesionales, en instalaciones, en investigación…Inversión al fin y al cabo para tener una Sanidad puntera y capaz de hacer frente a las vicisitudes.

La colaboración público-privada ha demostrado ser una vía sobradamente válida para garantizar la solvencia del sistema. El presupuesto en Sanidad por parte de los sucesivos gobiernos ha demostrado, de momento, ser insuficiente y no responder a las necesidades de la población. El dinero invertido, ya de por sí escaso, no ha sido bastante para que nuestra sanidad sea eficiente desde el punto de vista de los tiempos: demasiadas listas de espera para operaciones urgentes, demasiada demora para consultas con el especialista y pruebas diagnósticas. Los médicos se quejan, además, de que la cantidad de pacientes en consulta no solo repercute en los enfermos sino también en ellos mismos, que no disponen de tiempo para investigación. El dinero, al fin y al cabo, es imprescindible para solucionar determinados problemas que, sin una partida presupuestaria potente, no tienen una salida fácil.

En Andalucía ya se está demostrando cómo en los últimos meses las listas de espera han comenzado a reducirse gracias a la unión de fuerzas entre los sistemas público y privado. La demonización de esta colaboración, sin embargo, hace que las medidas que incluyen el trabajo conjunto de ambos sistemas sean impopulares y estén mal vistas de cara a la galería debido a la demagogia extrema que, a menudo, se emplea para intentar defender lo público. Mucho se debatió sobre la colaboración público-privada en el ámbito de las donaciones aunque, sin ir más lejos, los donantes provenientes de hospitales privadas incrementarían en 400 el número de trasplantes que se hacen cada año en España.

Sería una auténtica lástima que las mejoras derivadas de la unión de ambos sistemas quedaran lastradas por la impopularidad de la que determinados perfiles pretenden dotar a unas decisiones con las que se pretende la mejora constante de nuestro modelo sanitario. El tiempo corre, la población envejece y el SNS requiere de avances que permitan responder a las necesidades del paciente. El sistema público no tiene, como dice la popular expresión, “café para todos”, por lo que se antoja imprescindible la colaboración como solución para abordar mejoras estructurales que, de otra manera, no queda claro si podrían llevarse a cabo.