En las últimas semanas hemos sido testigos de
cómo profesionales de diversos puntos de España han demostrado a través de huelgas y protestas
que nuestro sistema sanitario vive una enfermedad crónica cuya recuperación se
antoja difícil. Los médicos y enfermeros están indignados, y con razón, porque
a pesar de sus conocimientos y profesionalidad los pacientes del Sistema
Nacional de Salud no reciben la atención que merecen. Poco tiempo de consulta
en Atención Primaria, escasez de recursos y bajas de facultativos no cubiertas
son algunos de los males que afectan al sistema y que se están prolongando
demasiado en el tiempo.
Todo esto tiene varias consecuencias. Los
recortes salariales a médicos y enfermeros a cuenta de la crisis económica han
producido que los médicos españoles sean los que más emigran para desarrollar
su trabajo fuera de nuestras fronteras. Es de admirar el tesón de nuestros
sanitarios, que están saliendo a las calles para recuperar los derechos
perdidos. «Nos están maltratando», afirmó uno de los asistentes a las
concentraciones de la semana pasada en Castilla y León. Lo peor, es que también
están maltratando al ciudadano.
Sin menospreciar la precaria situación de
nuestros profesionales — no olvidemos que son ellos los principales garantes de
nuestra salud y bienestar— la falta de inversión en el sistema perjudica
directamente al paciente, a cuyos problemas se le presta cada vez menor
atención. Precisamente un diario generalista dedicaba un artículo esta semana
al futuro del sector sanitario, que actualmente no está preparado para hacer
frente a los cambios demográficos que está experimentando nuestro país. En
concreto, el medio aseguraba que el sistema continúa anclado en el pasado,
orientado a la atención de pacientes con una sola enfermedad, «cuando el patrón
dominante es el de un paciente crónico aquejado de varias patologías a la
vez».
Es urgente que el sistema se modernice y que
la inversión vaya encaminada a mejorar la situación de nuestros sanitarios así
como el equipamiento de centros de salud y hospitales, condiciones
indispensables para que los pacientes tengan la atención que merecen. Parece
que, si nadie interviene, el SNS está abocado al fracaso puesto que las
soluciones planteadas no son, ni de lejos, suficientes para mejorar el panorama
actual. Un ejemplo claro de esto es lo ocurrido con el Hospital
de la Ribera, en el que los problemas se han incrementado
notablemente tras la reversión. Tras nueve meses de gestión pública directa, la
lista de espera quirúrgica sigue aumentando, pasando de 44 días en 2015 a 63
días según los últimos datos de 2018. La consellera de Sanidad, Ana Barceló,
debería aportar soluciones concretas para reducir la demora, algo que no parece
que vaya a suceder a corto plazo. Una pena que un centro que funcionaba a la
perfección esté ahora entrando en una situación de decadencia.
Si en los centros continúan por la senda de la
protesta puede que, en algún momento, alguien despierte y se comiencen a tomar
las medidas oportunas para paliar esta situación. Las soluciones, sin embargo,
son urgentes y requieren de una fuerte inversión que demuestre que lo primero
es el ciudadano. Seguiremos esperando.
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