Llama la atención que en el momento en el que todos nuestros esfuerzos deberían centrarse en reforzar nuestra sanidad, contra la más que previsible segunda ola del coronavirus surja, cual serpiente de verano, un debate diferente. La duda con la siguiente oleada del SARS-CoV-2 es si llegará en otoño, si la estamos viviendo ya con los rebrotes que vemos a diario y la situación en Aragón y Cataluña… O, hay un tercer escenario: que no llegue nunca como tal, pero permanezcamos en la coyuntura actual, detectando rebrotes y apagando fuegos muchísimo tiempo, pero sin que se nos vaya de las manos.
Por eso sorprende que justo en estos momentos, desde el Ministerio de Sanidad, tal y como se plasma en un documento denominado "Transformación del Sistema Nacional de Salud en la era post-COVID 19", se ponga en entredicho el modelo que representan MUFACE y las otras mutualidades. Prescindir de ellas se traduciría en que, de un día para otro, la sanidad pública tendría que atender a cinco millones de personas más, con el consiguiente impacto en su funcionamiento y, especialmente, en las listas de espera, ya especialmente trastocadas.
Desde el ámbito de la sanidad privada la Fundación ISIS apuesta por sumar esfuerzos. A día de hoy afirman que ya hay 8,7 millones de personas aseguradas, y eso sin contar los mutualistas, con el consiguiente ahorro para el sector público. Sobre el mutualismo administrativo nos recuerdan que es la opción elegida, con libertad, por el 84% de los funcionarios, su eficiencia y que "favorece el equilibrio entre el sistema público y el privado”.
Por su parte, desde el CSIF, la Central Sindical Independiente y de Funcionarios, han remitido una carta a Salvador Illa, transmitiéndole la inquietud que el mencionado documento de trabajo ha generado en los trabajadores públicos, y trasladándole que opinan que el mutualismo administrativo reduce además la presión asistencial en el sistema público de Sanidad.
Pero, ¿qué opinan los ciudadanos? Pues a tenor de los resultados de la encuesta elaborada por SIGMA Dos para la Fundación IDIS, alrededor del 70% de los interpelados piensan que el aporte de la sanidad privada es importante para reducir las listas de espera en operaciones quirúrgicas y pruebas diagnósticas, en particular, y para evitar que el sistema sanitario público se sature, en general. Un 77% de los encuestados afirman, también, que los recursos tecnológicos de la sanidad privada para la prevención, diagnóstico y tratamiento de enfermedades son buenos o muy buenos.
Es especialmente valorado como un punto fuerte de la sanidad privada sus menores tiempos de espera. También se ha preguntado, era lo procedente, sobre la labor que ha hecho la sanidad privada durante la crisis del coronavirus. Un 61,4% lo han considerado positivo.
A tenor de todo lo leído surgen varias reflexiones. Por un lado, si nos centramos en el tema de las mutuas, cuestionar el oportunismo de "sacar el tema" ahora, aunque sea un documento de trabajo. Y por otro, insistir en que lo más racional es siempre utilizar, es decir, poner al servicio de todos los ciudadanos, todos los medios, centros y personal cualificado que tenemos a nuestro alcance. Son mayoría los españoles que piensan que la sanidad pública y la privada tienen que colaborar para prestar una correcta asistencia a los ciudadanos. Pero es que ahora, para afrontar la crisis del coronavirus, que dista mucho de haber acabado, es más importante que nunca. Ejemplos de lo importante que es dicha colaboración los vemos a diario, y las trincheras son muchas, ya que hay que empezar a dar más peso a la prevención y a la Salud Pública, para detectar los probables casos cuanto antes, además de cuidar el frente asistencial.
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