Por aquí ya hemos repetido varias veces que el objetivo para mejorar el sistema nacional de salud se debía enfocar en solucionar el tema de su sostenibilidad (tenemos el ejemplo de invertir en I+D para reducir el gasto sanitario en 1% por un menor tiempo en la estancia de los enfermos en el hospital). Uno de los problemas principales que afecta de lleno a la sostenibilidad es la cronicidad de los enfermos. Y si seguimos con la relación esto también afecta de lleno al problema de las listas de espera: se vuelven eternas. Si pensamos un poco, la secuencia es sencilla:
+ crónicos = + listas de espera = empeora la sostenibilidad = SNS va en picadoPor lo tanto, si se buscan soluciones a la cronicidad y las listas de espera es evidente que algo conseguiremos arreglar en la sostenibilidad del sistema sanitario, ¿no?
¿Por qué llegamos a esas listas de espera que no paran de aumentar y que tanto asustan en los tiempos de asistencia que dan a los pacientes? Sencillamente porque no aprovechamos de forma correcta todos los recursos que dispone el sistema sanitario (ya sea público o privado). Y por ahí, las listas de espera se disparan.
Tenemos el ejemplo del Hospital de la Ribera, donde la intervención de la consejería de sanidad de la comunidad valenciana está siendo caótica: se empeña en que no puede haber modelo mixto sanitario que valga, por mucho que se demuestre que el funcionamiento de este hospital es bueno. Esa intervención de la consejería de sanidad está motivando que la lista de espera en este hospital no pare de crecer, y eso que antes la gestión de la misma, sin esta "ayuda", era eficiente. De nuevo el problema político hace presencia. ¿Por qué tocar algo que funciona? ¿Aunque sea sanidad privada?
Resulta que para dar solución a un problema real como es el de las listas de espera (demora media para poder operarte dentro de nuestro sistema nacional de salud está ya en 115 días) pasa a convertirse más en un problema político que en otra cosa, afectando a quien importa: los pacientes. Como bien explica Carmen Flores, presidenta de El Defensor del Paciente:
Los tiempos de espera están muy igualados. Son extremadamente altos y cada año va a peor. Y eso que no han especificado la cantidad de tiempo que los pacientes esperan hasta que les ponen en tratamiento. Si no, serían muchos más. Esos 115 días no constituyen una cifra real; como mínimo serían unos 200 de espera aproximadamente. Porque hoy, para pedir una prueba de diagnóstico, te dan cita para 2018. Es una locura.
No se trata de entrar en detalle y a cabrearse más por como estamos y donde vamos, pero si la sanidad pública no llega, y la sanidad privada se ofrece como aliado para aligerar las listas de espera, ¿por qué los políticos siguen negando la necesidad de una colaboración real entre el sistema público y el sistema privado para hacer posible su buen funcionamiento y su sostenibilidad?
La realidad, por los datos, demuestra que es imprescindible emplear todos los medios hospitalarios, tanto públicos como privados, para reducir esos tiempos de espera y ofrecer un servicio de calidad mínimo, sobre todo pensando en esos enfermos crónicos y en la sostenibilidad de nuestro sistema de salud.