Si bien es cierto que lo que más preocupa a la ciudadanía española, y madrileña, es el ritmo de vacunación, los recursos que se ponen a ello y las dosis que de las diversas vacunas aprobadas que van llegando, es interesante echar un vistazo a las diversas opiniones y posicionamientos que existen en torno a la liberación de las patentes de las vacunas. Especialmente después de que el presidente norteamericano, Joe Biden, moviera el avispero con unas declaraciones que sorprendieron a más de uno.
Según el gobierno de Biden, lo cuentan en The New york Times en español, suspender de forma coyuntural algunas protecciones de propiedad intelectual puede permitir que fabricantes de medicamentos de todo el mundo empiecen a producir alguna de las diversas vacunas aprobadas contra el coronavirus. La representante de Comercio de Estados Unidos, Katherine Tai, ha dejado claro que se trata de “una medida extraordinaria en una circunstancia extraordinaria, la pandemia de COVID-19”.
En la web InfoSalus se hacen la siguiente pregunta: ¿Qué implicaría liberar las patentes de las vacunas del COVID-19? Recogen la opinión de la Comisión Europea sobre el asunto, posicionándose en contra, con el argumento de que “liberar patentes de vacunas contra la COVID-19 no resolverá el problema actual de acceso a las mismas”. Dicha declaración formaba parte de una respuesta al presidente valenciano Ximo Puig que sí piensa que ha de hacerse. La Comisión Europea, son palabras del portavoz del ejecutivo comunitario Balazs Ujvari, preferiría optar por “fomentar la colaboración entre compañías farmacéuticas para aumentar la capacidad de producción”.
¿Pero de dónde parte la petición de liberación de patentes a la que se adhiere Biden? Aunque el debate ha “estallado” ahora, debido al posicionamiento del presidente norteamericano, lo cierto es que en febrero de este mismo año la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya expresó su apoyo a la idea de la suspensión de la patentes de las vacunas (y otros medicamentos) por boca de su presidente Tedros Adhanom. La iniciativa inicial partió de la India y Sudáfrica, y se debatió en el Consejo General de la Organización Mundial de Comercio (OMC). En principio se situaron en contra la mayoría de los países en los que las grandes farmacéuticas tienen sus sedes, pero como se ha visto, posteriormente Estados Unidos ha cambiado de idea. Tedros sostuvo en rueda de prensa que “la exención permitiría que copias de vacunas, tratamientos, pruebas de diagnóstico y otros fármacos contra la COVID-19 puedan empezar a producirse en otros países, a gran escala y precios inferiores”. En todo caso conviene recordar que, con acuerdo o sin él sobre patentes, la OMS mantiene en marcha la iniciativa COVAX, un fondo de acceso equitativo a las vacunas contra la COVID-19 a nivel mundial.
En España, el presidente Pedro Sánchez, ha hecho una petición a la Unión Europea para la liberalización de las patentes, y la OMS se lo ha agradecido. Pero países con más peso dentro de la Unión, como Alemania, se han opuesto, arguyendo que “la protección de la propiedad intelectual es una fuente de innovación y debe seguir así en el futuro”.
Se podría continuar con el listado de países a favor y en contra. Verificar que las farmacéuticas están en contra y que países con gran capacidad de producción como China y Rusia están a favor. Pero todo parece conducir a un callejón de salida, salvo que la influencia de Estados Unidos sea decisiva, ya que la OMC ya rechazó la liberalización en marzo. Así que una forma de cerrar este texto puede ser con la opinión de un virólogo, Adolfo García-Sastre, que trabaja como investigador en la Escuela de Medicina del Hospital Monte Sinai, en Nueva York. Según su criterio: “Más importante que suspender las patentes es saber si habrá vacunas suficientes”. Precisamente el equipo de Sastre está trabajando en una vacuna que va a permitir a muchos países fabricar sus dosis sin estar pendientes de patentes de terceros (algunas vacunas dependen de muchas patentes). Podría parecer que este debate llega tarde, pero lo cierto es que en muchos países del mundo hay aún una gran parte del trabajo de vacunación por hacer, mientras en occidente parece que finalmente sí se va a conseguir llegar al verano a las puertas de la inmunidad de grupo.