La actualidad alrededor de la sanidad madrileña la pasada semana ha estado marcada por dos noticias, una buena y una mala. A partir de esta semana, y esta es la buena, se va a levantar la obligación de llevar mascarillas en hospitales y centros de salud.
La buena noticia en sí no es, el uso o no de la mascarilla, sino que se debe a la disminución de la incidencia en los ciudadanos madrileños que las infecciones respiratorias han mostrado en las dos últimas semanas. Y por eso, la Consejera de Sanidad, Fátima Matute, va a informar al Ministerio de Sanidad que se cumplen en la región los parámetros para la retirada de las mascarillas.
En concreto, y según palabras de la consejera: "En estas dos semanas, hemos pasado de 863 casos de infección respiratoria por 100.000 habitantes, que incluyen todas las variedades de infecciones respiratorias, incluso los leves resfriados comunes, a tener 805 casos esta semana”.
La mala noticia es, obviamente, el cierre de la UCI pediátrica del Hospital La Paz tras la renuncia de toda su plantilla. En este caso, se echa de menos una actuación contundente de los responsables de la sanidad madrileña. Más allá de si la razón la tienen los trabajadores que dejan la plaza y cogen la baja, o el jefe de la Unidad que se reincorpora porque la justicia le avala, está la situación de fondo: un recurso sanitario importantísimo de los madrileños cerrado. Urge actuar.
¿Acudir a otro médico si no es el del paciente?
Como se ha hablado aquí en diversas ocasiones, la sanidad madrileña, exactamente igual que otras, sufre un problema estructural en su Atención Primaria: faltan médicos de familia y pediatras.
Es estructural porque, para empezar, los MIR que acaban su formación rechazan en su mayoría ocupar las plazas que tienen destinadas. El pasado mes de mayo de 257 puestos disponibles para estas dos especialidades quedaron desiertos 215. Fue especialmente sangrante el caso de los pediatras, ya que de 84 profesionales formados en la Comunidad de Madrid, se quedó ¡uno!
Se puede hablar de inversión en sanidad, siempre importante, aunque en este caso lo más importante parece ser mejorar las condiciones laborales de los médicos, y muy especialmente el gran porcentaje de contratos temporales que hay en el SERMAS. Se supone que hay en marcha un plan para reducir la temporalidad, y que antes de fin de año se incorporarán más de 34.000 profesionales como personal estatutario fijo.
De momento, lo que se puso la semana pasada sobre la mesa por parte de los responsables de la sanidad madrileña es un plan consistente en derivar a un paciente a otro médico de Atención Primaria cuando el suyo no esté. La propuesta ha recibido el rechazo frontal de la oposición y de los sindicatos. En primera instancia está claro que los pacientes, en muchos casos, tendrían que acudir a un Centro de Salud que no es el suyo. Además de otros problemas prácticos que se puedan generar si este plan realmente se lleva a cabo.
Queda además la sensación de que se “tira la toalla”, que no se buscan soluciones más fiables y definitivas. Es una pena tener que estar siempre hablando de la saturación de nuestra Atención Primaria, cuando los hospitales madrileños son siempre noticia por su elevado grado de excelencia en muchos campos o por las listas de espera quirúrgicas que presenta la Comunidad de Madrid, de las mejores de España, gracias a la colaboración público-privada con centros de gestión indirecta.